viernes, 15 de octubre de 2010


CRONICA.
Chavita: “dos empleos por un salario mínimo”

Por: Oscar Javier Sosa B
V semestre Comunicación Social y Periodismo
Universidad del Tolima

Una alarma titilante se escucha todas las madrugadas en casa de Isabel Montoya. Esta le avisa que son las cinco de la mañana y que aunque quisiera descansar más, no lo puede hacer pues es hora de empezar con su primer trabajo del día, con el que se gana la comida para ella y su pequeña hija.
Isabel, o “chavita” como todos sus amigos la conocen, es una mujer pujante y verraca como todas las mujeres de su tierra; “Antioquia”. Chavita es madre soltera, tiene una hija de tan solo nueve años de edad quien es “el motor y la compañía de su vida” como ella lo dice.
Esta mujer vive en una habitación, en el sótano de una casa del barrio Ancón de la ciudad de Ibagué y donde sus más cercanos vecinos son los soldados de la sexta brigada de la ciudad.
Aun sin aclarar el cielo y siendo las cinco y veinte de la mañana, chavita se dispone a subir las escaleras de su pieza, la cual comunica con el apartamento principal de la casa, donde habitan sus amigos o como ella los considera su única familia en la ciudad.
Esa mañana azotada por la lluvia y el frio, Chavita busca entre los trastes de su amiga y jefe el balde y el jabón con los que lavara el carro de comidas rápidas que dejara listo para la noche, después de que salga de su otro empleo. Unos minutos más tarde, después de terminar su primer labor, vuelve a escuchar la alarma de su celular la cual le indica que tiene que despertar a la pequeña Mafe; Chavita tiene el tiempo justo para arreglar su cuarto, vestir a su hija, llevarla al colegio y dirigirse a su segundo trabajo en el centro de la ciudad de Ibagué antes de que sean las ocho de la mañana. Pero esta mañana esta mujer no corrió con tanta suerte, pues viviendo cerca de su otro trabajo tuvo que tomar un bus por el fuerte aguacero que caía sobre la ciudad generándole esto un gasto adicional.
Desde hace un año Chava trabaja en una empresa de plásticos, ganándose un sueldo fijo de 300 mil pesos mensuales. Esto se ha convertido en un respiro para sus gastos de arriendo, servicios y la cuota del televisor y la nevera la cual está contenta de estrenar; pues como ella dice con la voz entre cortada, “un lujo como este no me lo hubiera podido dar antes, trabajando algunas horas en casas de familia como lo hacía en el pasado”. Aunque este dinero no es mucho, es más de lo que antes ganaba “dice ella” agradeciéndole a Dios y persignándose por esta gran oportunidad.
Llega el medio día y comúnmente todos los empleados salen a descansar, pero Isabel agarra su camino, como si fuera atleta olímpico ansioso por llegar a su meta, “su casa”. Han sido 15 minutos los que ella se ha demorado en llegar a su casa y secándose el sudor de su cara mira su reloj, dándose cuenta que le queda una hora y cuarenta minutos para terminar de hacer el almuerzo para todos y preparar las salsas de diferentes sabores, las cuales va a utilizar unas horas más tarde.
Esta mujer no tiene descanso y repitiendo la misma carrera que tubo al medio día llega nuevamente al almacén de plásticos. Después de seis horas de ventas, pedidos y uno que otro regaño, chava regresa a las seis y veinte a su casa, donde su amiga y jefe la espera para que comiencen a atender a sus comensales que pronto estarán por llegar. Pasaran cinco horas en donde se despacharan perros calientes, hamburguesas, patacones y otros antojos mas los cuales Chava cocina, poniendo como ingrediente principal su carisma, amabilidad y una gran sonrisa que le acompaña, desde que sale de su casa muy temprano en la mañana.
Siendo ya las once y treinta de la noche Chavita se dispone a descansar, baja las escaleras que la conducen a su cuarto y al abrir la puerta ve sobre su cama la inspiración y fuerza que tendrá mañana para volver a empezar, María Fernanda, su hija.
Isabel se sienta al borde de su cama y mientras bosteza, programa las alarmas del celular que le indicaran al otro día que es hora de trabajar.
Chavita trabaja más de doce horas diarias, durante seis días de las semana con lo cual logra conseguir lo necesario para sobre vivir al lado de su hija, que como ella misma lo dice “la vida me dio, mucho trabajo, esperanza y amor”.

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